Los propietarios de este jardín terminaron la construcción de su casa dos años antes y el jardín no se había tocado. De acuerdo con sus deseos se realizó una actuación encaminada a conseguir un jardín muy natural e integrado en su entorno, manteniendo los ejemplares de encina que con mimo se habían preservado durante la construcción de la casa. A estos se añadieron otras especies vegetales propias de estos montes.

Se diseñaron varias zonas de estancia a lo largo de un sendero que recorre el jardín, desde las cuales se puede disfrutar de la tranquilidad y las vistas. Se creó una lámina de agua rectangular, cuyas formas se desdibujan con grandes rocas existentes en la parcela y a la que vierte su agua un riachuelo que recorre el fondo del jardín, proporcionando una zona de estar con vistas privilegiadas sobre el valle.

El mayor reto lo planteó el gran desnivel de aproximadamente doce metros de altura en la parte delantera de la parcela, que se solucionó con una serie de muretes curvados unidos por escaleras y muy arropados con plantaciones. Se utilizaron grandes bloques de granito que los propietarios habían rescatado de un derribo, consiguiendo un aire de solera en un jardín de reciente creación.